En esta tarde de hastío te observo, viejo family averiado.
Ya no
despertarás jamás. Me queda solo tu rostro rígido, perfecto.
Es
ahora, en tu sepulcral silencio, cuando acudo a tus testigos para recordarte.
Aquellos
inestimables cartuchos que, espero, no vivirán en alguien mas.
Observo
sus caratulas: algunas tan certeras, otras quizás mas esquivas; todas igual de
mágicas.
Cartuchos
enaltecidos por el fulgor de Apolo y la tenacidad de Cronos.
En los próximos días brindaré mi singular tributo a todos ellos. |