viernes, 7 de octubre de 2016

la fábula del mandril vidente


                                                    1
El lobo del monte comía con displacer el insípido fruto del bosque amarillo. Oh! qué pena! Oh! que tragedia! las hojas secas caían cual rito fúnebre y la fauna entristecida daba su impronta al cortejo mortuorio. Quién se llevó la felicidad? Quien arrancó, cual mala hierba que nadie quiere, el singular sabor de todas las cosas?. Nadie sabía ni lo sabría de no ser por Manuel, el mandríl más bello de la aldea, quien había nacido bajo el signo de Orión la estrella de la clarividencia y había sido tutelado por los más sabios leones del bosque.
Muy tempranamente sus padres Eustaquio y Leopoldina supieron que ese niño era especial. Una tarde, mientras sorprendía al resto de los niños con sus adivinaciones y demás prodigios, cual Sai Baba de la fauna, una ráfaga de aire helado atravesó el bosque todo; eran los esclavos de Morsud el mono lampiño que habitaba las estepas áridas de la parte septentrional del bosque de las sombras.
El alboroto fue tal que muchos aldeanos perdieron la vida en medio de ese pandemonio hasta que finalmente las hordas de Morsud, el mono lampiño, se fueron.
El tiempo pasó y las heridas producidas por aquel ataque horrendo parecían comenzar a cerrarse cuando Manuel diviso un hecho irrefutable; las hojas  del gran árbol comenzaron a caer... solas.
Los días se sucedieron vertiginosamente y pronto el bosque verde se cubrió de hojas sin vida hasta ser llamado el bosque amarillo.
Una maldición había caído sobre el poblado y la fauna estaba aterrada, acaso el dios ya no nos quiere? decían. Acaso el resplandor dichoso del firmamento tenue que linda con  la alegría es infame a nosotros? exclamaban, pero Manuel lo sabía. El motivo real de aquella maldición era la cólera de Morsud quien resentido al no ser aceptado por sus hermanos había querido para si el mote de quién le robó la felicidad a los animales. Ahora está tomándose una copa de whisky con papas fritas enfundado en una chaqueta de oro rosa sobre un elefante azul de cuernos largos, dijo Manuel, que era vidente y los animalitos del bosque asintieron con rabia.
Así fue como se formó el grupo de expedicionarios que se adentraría en las profundidades del bosque de las sombras pero lo que encontrarían allí lo cambiaría todo...
                                                     
                                                         2
Todo estaba listo para la gran expedición. Manuel se había cuidado de contar con los mejores ejemplares de la fauna; Vicera, la pelicana androide, Bifilito, el rinoceronte plateado y Basualda el camello astrónomo formaban su singular plantel de héroes.  Con ellos Manuel se sentía reguardado y sumando sus cualidades esotéricas, decía, formaban un grupo invencible. 
La caminata era larga hasta el bosque de las sombras y era fácil perderse sobre todo porque nadie había ido nunca a ese sitio y haciendo caso omiso a lo que decía el consejo de leones ancianos nadie había llevado un mapa por lo que se basaban solamente en rumores e infundadas supersticiones animales para llegar allí.
Finalmente, luego de tres largas noches en el desierto amenizadas por los siempre hilarantes relatos humorísticos de Bifilito el rinoceronte, nuestros amigos lograron divisar una espesa arboleda en el horizonte. No había dudas el temido y ansiado bosque de la sombras estaba ante sus ojos tan diversos. 
Al entrar al sombrío pasaje un horrible escozor recorrió sus cuerpos. ¿Con que clase de atrocidades se encontrarían allí? se preguntaban. Sus dudas comenzaron a esfumarse al ver los primeros síntomas de vegetación; era una vegetación gris, triste. Huelga decir que el bosque de la sombras se llamaba así porque allí nunca se posaba el sol, como si se negase a aparecer en tan infame sitio. 
Entre la errática vegetación Vicera, la pelicana, divisó una serie de criaturas acechándoles; sin duda se trataba de los esclavos Morsud, el tirano lampiño. Con sus horribles ojos rojos inyectados de odio  cinco primates superiores rodearon a nuestros héroes. Primeramente se dirigieron a Manuel  de manera pacífica y le pidieron su documento pero ante la negativa respuesta de Manuel (los ciudadanos del bosque verde eran, por regla general, indocumentados) y luego de hacer un reprobable gesto se abalanzaron contra nuestro héroes. 
Aquella batalla fue feroz pero gracias al valor de Manuel y sobretodo del siempre afable  Bifilito el rinoceronte las hordas de Morsud fueron abatidas. Era el primero de los muchos  encuentros sangrientos que les esperaban al adentrarse en el temido bosque de la sombras...



Desde su guarida tecnológica Morsud observó con horror como uno por uno iban siendo derrotados sus esclavos hasta que, al oír un fuerte impacto, comprendió que los intrusos habían llegado a su guarida. Morsud, el mono lampiño, tomó un arma de fuego y fue a su encuentro. Vicera, Bifilito y Basualda fueron alcanzados por el mortal artefacto hasta que Manuel hábilmente se abalanzó  sobre él y lo mató. Al contemplar su rostro sin vida Manuel supo que Morsud era un humano.
                                                        
                                                      3
Cuando Manu regresó todos los habitantes del bosque habían sido informados de la historia  y en silencio lo observaban cuando finalmente el león más sabio del bosque, aun amarillo, se acercó a el:  has hecho bien en enfrentarte a un humano puesto que tu ignorancia te ha equiparado a él, dijo el león más anciano del bosque, tu clarividencia no te ha dejado ver lo evidente y con tus palabras llenas de cólera y soberbia  has envenenado al pueblo puesto qué aquello que llamas maldición, dijo el león anciano levantando  una hoja seca, es el otoño.

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