miércoles, 4 de mayo de 2016

La resurrección


Hace treinta años que estoy muerto. Tengo escrita una esfinge en mi frente y la ponzoña viscosa que bordea la superficie envía mensajes telepáticos en mi aura.
Oigo los rituales que  llegan como sombras indivisibles, poco a poco atraviesan mis vísceras; encienden nuevamente el torrente sanguíneo. Veo la luz después de una oscuridad que no puedo recordar.
Los amos del ritual me llevan hasta la casa imperial; allí me reciben con gran algarabía.
Poco después  el  rey llega a darme su bendición. Me ofrece una espada. Me habla del peligro que se avecina, me quieren en el frente, yo sin embargo querría descansar.
Los guardias me hospedan en una pequeña habitación del palacio imperial, antes me cuentan los por menores del ritual; como se necesitaron de diez magos de alto rango para ejecutarlo y como el avanzado proceso de momificación que ostenta nuestra cultura permitió la conservación intacta del cuerpo orgánico. Comprendo que soy el primero de miles.
Pienso si aun vivirán las personas que conocí, dicen que después de la guerra lo sabré.
Al día siguiente me despierta el rugir de los cañones enemigos. La batalla a comenzado antes de lo previsto. Cargo la pesada armadura imperial por ultima vez... pensar que hace treinta años morí con la alegría de servir a mi reino, con la grandeza de saberme cumpliendo una misión que trascendía mi finitud.  Ahora veo claramente que solo soy una pieza, un engranaje mas de una maquinaria que solo me utiliza.
Miro el rostro desencajado de los otros, que como nosotros, sirven con sus vidas al Dios imaginario. Observo la certaza en sus ojos mientras me atraviesa la filosa lanza y la muerte me libera de nuevo.

2 comentarios: