Miro con rencor el
inaccesible pulsador del pasillo mientras escucho en perpetuo tormento el
acompasado sonar de las doradas agujas del reloj exterior; la miseria de mi
celda contrasta con la opulencia de mis opresores.
Oigo el indómito rugir de
las bestias externas; las praderas de la desidia acogen su tronar nocturno. El rumor se apaga lentamente en ese mundo inasible
llamado sueño. Finalmente descanso.
Aquella noche la providencia
se presento ante mi en forma de una etérea mujer azul, me miró con ojos
piadosos como quien ve a una desdichada criatura y dejó en mi mano una esfinge
luminosa hasta evanecerse.
Al despertar me encontraba
perturbado, entiéndase que para alguien que nunca sueña recordar algo así resultaba particularmente conmocionante. Un sueño tan vivido, ¿que querrá
decirme mi subconsciente? pensé.
Hace años cuando aun era
joven y podía permitirme tales distracciones me interese por la psicología,
particularmente por la teoría de la interpretación de los sueños de Sigmund
Freud. Debo decir que lo que hallé en ese libro no era precisamente lo que esperaba, de todas formas con el tiempo fui perdiendo el interés.
El guardia ha regresado pero
en su rostro algo cambió. Mañana podré salir, dice, han matado al rey.
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