miércoles, 17 de agosto de 2016

El Prisionero

Miro con rencor el inaccesible pulsador del pasillo mientras escucho en perpetuo tormento el acompasado sonar de las doradas agujas del reloj exterior; la miseria de mi celda contrasta con la opulencia de mis opresores.
Oigo el indómito rugir de las bestias externas; las praderas de la desidia acogen su tronar nocturno. El rumor se apaga lentamente en ese mundo inasible llamado sueño. Finalmente descanso.
Aquella noche la providencia se presento ante mi en forma de una etérea mujer azul, me miró con ojos piadosos como quien ve a una desdichada criatura y dejó en mi mano una esfinge luminosa hasta evanecerse.
Al despertar me encontraba perturbado, entiéndase que para alguien que nunca sueña recordar algo así resultaba particularmente conmocionante. Un sueño tan vivido, ¿que querrá decirme mi subconsciente? pensé.
Hace años cuando aun era joven y podía permitirme tales distracciones me interese por la psicología, particularmente por la teoría de la interpretación de los sueños de Sigmund Freud. Debo decir que lo que hallé en ese libro no era precisamente lo que esperaba, de todas formas con el tiempo fui perdiendo el interés.
El guardia ha regresado pero en su rostro algo cambió. Mañana podré salir, dice, han matado al rey.


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